Monday, June 25, 2007

La poética de la injuria


Enrique Sánchez Hernani



Estos fragmentos para invitarlos a leer completa la nota de Sánchez. Parecería que todos somos unas putas tristes, colegas.

Cereal Killer


Maestros del denuesto, profesionales de la invectiva, agraviadores contumaces, prestos para la diatriba. Así, sin más ni más, palabras de más pero de ninguna forma de menos, los escritores esconden en el fondo de sus almas otro yo feroz. Por eso muchos de ellos se han hecho propensos al escarnio del prójimo. Las víctimas, cómo no, son sus propios colegas, lastimados por celos mortales o envidias ponzoñosas. Algunos, como el poeta chileno Vicente Huidobro, eran una fábrica de ultrajes. En 1935 -se cree que sólo por el fútil prurito de llamar la atención--, el vate sureño llamó al peruano César Moro "el piojo homosexual César Quíspez Asín". Moro, ayudado en la coprolalia por el entonces joven poeta Emilio Adolfo Wetsphalen, tildó en venganza al vate chileno de "analfabeto agresivo y pretencioso", "ratero", y "basura hambrienta de gloria" en el célebre manifiesto V. H. o el obispo embotellado.Huidobro también la emprendió contra Neruda y recibió lo suyo como respuesta, al punto que en 1937, estando ambos en España, intervino desde París un grupo de amigos, clamando hicieran las paces. La carta la firman nada menos que Tristan Tzara, Alejo Carpentier, César Vallejo y Juan Larrea, entre otros. En el Perú es célebre la catilinaria que le propinó a César Vallejo el entonces influyente Clemente Palma, quien llegó a decir: "¿Usted cree señor Vallejo que colocar una imbecilidad encima de otra es hacer poesía?". Palma, con semejante boutade, se borró de la historia literaria, pues sus obras son de menor recordación que sus invectivas. Otros quizá recuerden que para producir libelos, nadie como el arequipeño Alberto Hidalgo o como los muchachos de Hora Zero, que en los setenta no dejaron títere literario con cabeza, unos parricidas desatados. Pero algunas veces las cosas pasan a mayores, como en México en 1976, cuando Mario Vargas Llosa le endilgó una precisa trompada a la mandíbula de Gabriel García Márquez, echándolo al piso. ¿Las causas? Por la época se dijo que Gabo se había vuelto un excesivamente comedido confidente de Patricia, la esposa de Vargas Llosa. Pero los escritores nunca han vuelto a hablar del asunto.



MORIR POR LA BOCA Aunque William Wycherley, dramaturgo y poeta del siglo XVII, dijo una frase brutal: "Los poetas, como las putas, solo son odiados por sus colegas", la sentencia bien puede dirigirse a todos los escritores en general.

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