Tuesday, August 26, 2008

Ruqaya





Hace cuatro años Ruqaya Al Ghasara, devota musulmana, fue la primera corredora en participar en una olimpiada luciendo el hiyab, código de vestimenta islámico. Hace dos años ganó la medalla de oro en la carrera de 200 metros de los Juegos Asiáticos. La primera atleta de su país, Bahrein, que obtiene un premio internacional. Hace una semana participó en Pekín. Corrió cubierta de pies a cabeza con una vestimenta especialmente hecha para atletas musulmanas.

Ruqaya es una especie de solitaria. Su país, un archipiélago gobernado por una monarquía hereditaria, tiene unos 700,000 habitantes. Escasa tradición olímpica. Mucho menos en la rama femenina.

Ella compite con el corazón (y sus creencias). En realidad no estuvo ni cerca de ganar la medalla olímpica esta vez. Pero está clasificada octava en el mundo. No está mal. Personalmente, disfruté el triunfo de las corredoras jamaiquinas en todo lo que significa eventos de velocidad. No me sorprendió porque Jamaica tiene una larga tradición en carreras cortas, una escuela especializada en esos eventos y un grupo de decenas de corredoras que se preparan en la isla o en universidades del extranjero. Pero no pude dejar de pensar en la Ruqaya, esquivada por las otras competidoras.

Otra corredora de Bahrein me interesa. Myriam Yusuf Jamal. Como nueve de los diez atletas que representan al país, Jamal no nació allí. Es etíope. Pidió asilo en Suiza. Le negaron la ciudadanía. La solicitó en Estados Unidos, Canadá y Francia. Finalmente el país árabe se la concedió. Es campeona mundial de los 1,500 metros.

Cristiana. Viste como… ¿las demás?

Dicen que Mahoma, alabado sea el Profeta, gustaba de correr junto a su esposa, Ayesha. No sé.

Confieso que admiro el cuerpo esculpido y poderoso de las atletas. Como en el voleibol playero. Belleza y disciplina. Confieso, además, que admiro la belleza de una atleta que compite dando el máximo sin que pueda distinguir apenas sus tobillos. Es hermoso el valor.

Publicado en El Nuevo Día. 25 de agosto de 2008

Tuesday, August 5, 2008

Rafael Acevedo, el escritor fantasma experto en Solzhenitsin

Me han colocado al mismo nivel que Borges y García Márquez. A cada momento se publican barrabasadas sentimentales u opiniones pueriles sobre cualquier cosa y las autorizan con esos nombres. Como aquella infame carta del Gabo, escrita cuando supo de su padecimiento de cáncer. ¿Recuerdan?
Pues resulta que El Nuevo Día me endilga una cita en torno a la muerte de, nada más y nada menos que, Alexander Solzhenitsin. Nadie, ni siquiera mis amigos más cercanos, me ha preguntado algo sobre el asunto. Pero el periódico de hoy cinco de agosto me adjudica frases amplísimas que debo haber expresado durante el sueño o en un delirio alcohólico que soy incapaz de recordar. Y en todo caso jamás sería capaz de decir que en algún escrito del ruso se narra algo que uno no podría imaginar que estuviera pasando. Ni borracho diría tal cosa. Desde chiquito aprendí que cualquier cosa puede suceder. De hecho, podía imaginarme atrocidades que estaban pasando.
¿Solzhenitsin? Cuando niño leí Un día en la vida de Iván Denisovich. Recién le habían concedido el Nóbel y mi padre me invitó a leer algo sobre él. Casualmente tenía en su biblioteca el libro mencionado. Entonces me gustó. Como me gustaron Gogol, Dostoievski, o Tolstoi. Porque describían lugares ajenos a mi experiencia vital. De ellos, en la adolescencia, me quedé con Gogol y Dostoievski. Y ninguno me gustaba más que el béisbol.
Ya universitario traté de leer El archipiélago de Gulag pero esa historia ya la había contado Kruschev en 1956, en el congreso del Partido Comunista. Me aburrí. En ese momento leía Ulises, de James Joyce. Decidí quedarme con la narración del irlandés (y con la absurda conciencia de hacerme escritor como Stephen Dedalus). Como se verá, no soy un experto.
¿Qué creo de Solzhenitsin? Que era un escritor conservador (me refiero a su estilo), ruso, nacionalista, y que fue utilizado por Occidente durante la Guerra Fría convirtiéndolo en un mejor escritor de lo que era. No digo que era mal escritor. Pero Borges, García Márquez, y aún Pasternak (otro premio Nobel, con concurso de la CIA) Evstuchenko y el mismo Joseph Brodsky me parecen más interesantes. En lo personal era un tipo valiente, sin duda. Defensor de sus creencias. Aunque no sé si creerse un iluminado que propone la creación de una Gran Nación Eslava en oposición al materialismo occidental sea algo que celebrarle.
En resumen, que a mí nadie me ha preguntado. Que se me ha conferido el mismo sitial que Borges y García Márquez, es decir, el de autor de citas que jamás he dicho. Es un honor inmerecido pero, qué caray, no me molesta. La foto, sin embargo, no es la mejor. Hay otras en la que me veo más guapo.