Thursday, August 9, 2007

PsyOP

foto intervenida por Marco Trevisani

Por Juan Gelman


El presidente Bush ha modificado las prioridades de sus justificaciones para continuar la guerra en Irak: Osama bin Laden había prácticamente desaparecido de la propaganda oficial y de los grandes medios del país, pero en enero de este año Al Qaida pasó a ocupar el primer lugar en la lista y su centro operativo sería, precisamente, el país árabe. Volvió el argumento que se esgrimió –entre otros– para invadirlo después de Afganistán. Como las presuntas armas de destrucción masiva, nunca aparecieron pruebas de la relación Saddam Hussein/Osama. Colin Powell, entonces secretario de Estado de W., declaró ante el Consejo de Seguridad de la ONU –un mes antes de la invasión– que “Irak alberga hoy una red terrorista mortífera dirigida por Abu Mussab Zarkawi, partidario y colaborador de Osama bin Laden”. Parece que no.
Powell dio el puntapié inicial de una vasta PsyOp –acrónimo de psychological operation–, destinada especialmente a la opinión pública norteamericana y realizada por el equipo de tareas 626, unidad de élite del ejército estadounidense. Zarkawi se declara responsable de hechos bárbaros como la decapitación de un trabajador humanitario japonés (octubre de 2004), el atentado terrorista en un mercado iraquí (julio de 2005), la tortura y decapitación de dos marines y el asesinato de cuatro diplomáticos rusos (junio de 2006), entre otros crímenes incontables. Por ejemplo, la destrucción del domo de la mezquita chiíta de Al Askari.
Las dos campañas de Zarkawi –la terrorista y la propagandística– son analizadas en varios memorándum militares internos a los que tuvo acceso el Washington Post (10-4-06): “Demonizar a Zarkawi” se titula uno de 2004. En otro se asienta una conclusión del general Mark Kimmit, vocero entonces de los ocupantes: “El programa PsyOp Zarkawi es la campaña de información más exitosa hasta el presente”. De desinformación, quiso decir tal vez. Lo que calló es que Zarkawi era una criatura de los servicios de Inteligencia de EE.UU., Gran Bretaña, Pakistán y Arabia Saudita cuyos aportes se encadenaron así: el ISI, servicio de espionaje paquistaní, hace mucho que entrena a mercenarios de Al Qaida con fondos anglosajones que administraba el príncipe saudí y embajador ante EE.UU. Bandar bin Sultan hasta que fue llamado a su país. Instalado en Bagdad el gobierno títere iraquí, los organizadores de esta PsyOp estimaron que Zarkawi ya no era necesario y es muerto –se dice– en junio de 2006.
El empantanamiento en Irak, la caída de la popularidad de Bush al nivel más bajo registrado por un presidente norteamericano desde Nixon y la creciente demanda de la opinión pública de EE.UU. de que las tropas vuelvan a casa requerían la creación de otro temible terrorista de Al Qaida. El 15 de octubre de 2006 las cadenas de TV de EE.UU. y de todo Occidente proyectaron un video en el que un individuo enmascarado, Abu Omar al Baghdadi de nombre, se proclamaba Comendador de los Creyentes y dirigente del “Estado Islámico Iraquí” instaurado por al Qaida. El señor llamaba a todos los jihadistas a cerrar filas bajo su mando para perseguir a los impíos, los cruzados y los judíos (BBC, 15-10-06). En un año, el “Al Qaida de Irak” se atribuye numerosas ejecuciones sumarias, lo cual subraya la continuidad de la amenaza islámica para Occidente. Curioso –¿realmente?– es que no tardara en “declarar la guerra” a Irán y en convocar a los sunnitas a unirse contra los impíos chiítas que lo gobiernan. Otra expresión de la nueva estrategia de la Casa Blanca para atacar al régimen de Teherán (véase Página/12, 5-8-07). De pronto asomó la verdad.
¿Cómo explicar que, pese al aumento de tropas norteamericanas en Irak, mueran marines y soldados cada día –las tres cuartas partes por ataques de Al Qaida, dice el Pentágono–, para no mencionar a los miles de civiles iraquíes? ¿Cómo explicar que no se haya podido capturar aún al terrible Abu Omar al Baghdadi? La respuesta es simple: nunca existió.


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