Thursday, November 13, 2008

La pésima conducta del señor Morris .2


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La mala conducta del señor Morris comenzó desde antes. Desde la cálida madrugada de la isla. Una avenida al lado del mar. Olor a salitre. El ancho azul musicando. Las primeras luces de la mañana. A unas 90 millas por hora en el año 1941. Isla Verde. Probablemente salía a esas horas del Hotel Anadale, con Magarita la colombiana. Sexo, tabaco, alcohol. El auto de la General Motors se enamoró de un almendro y allí fue a parar. Ella salió caminando por sus propios pies, porque no tenía otros, antes de que llegara ayuda. Sangrando se alejó de la escena. Algunos testigos alegan que era un Buick convertible. Otros que era un Pontiac Streamliner Torpedo Eight. Muy poca gente sabía algo de autos en aquellos años. Ahora estaba convertido en metal retorcido. La cabeza de Morris partida. La sombra de un almendro. El aire suave de pausados giros de la brisa tropical. Van llegando los curiosos. El muchacho está muerto, dijo uno.

O quizás salió del Hotel Inglaterra o de El Dorado, de Ramón Santiago. Ya lejos estaba el notorio Elizabeth´s Dancing Place. Al otro lado de la isla. Cuando Morris apretó el acelerador y voló por la flamante Avenida Isla Verde en su lujoso auto de alquiler estaba volando a la modernidad. El futuro estaba allí. Quizás esperando a la sombra de aquel almendro en el que aterrizó el delirio del jovencísimo Morris, de buena familia, heredero de aquellas mismas tierras sobre las que quemaba el caucho y se metía al cuerpo alcohol y agujas. Bacardí, putas y General Motors.

Margarita, que era española, no colombiana, llegó hasta el Hotel Bonaire, en el Viejo San Juan. No se sabe cómo. Adolorida. La llevaría algún buen samaritano. Iría en una carreta de bueyes. El asunto es que Margarita no quiso volver a tener al jovencísimo con porte de galán de cine mejicano entre sus clientes. Y menos a altas velocidades en los tiempos de duros hierros retorcidos. No sé qué decía de Lucky Luciano cuando dejó de mirar la Avenida para mirarme con ojos negros como la noche. Con un frío en medio de aquel calor, que te cagas de miedo. No sé que me dijo de ir a su estudio a tomar unas fotos cuando dejó de mirar y perdió el control y el golpe terrible y no recuerdo sino el dolor en las costillas y la cabeza y que me trajeron hasta lo de María Teresa. Lo de María Teresa es el Hotel Bonaire. Puras conjeturas. Hay quien dice que era una mujer rica. Casada con un alcalde.

El señor Morris, en aquel entonces un mozalbete, alegó que estuvo dándose unas copas escuchando la orquesta del contrabajista, del trompetista, del flautista, del dictador del ritmo y la sincopa, Rafael Muñoz, en el meloso Escambrón Beach Club. Puede ser. Ahí le vendría luego la fama de buen bailarín. Cosa rara para un muchachón de su porte. Cuello de toro. Bigotito de galán de cine.
No. El joven Morris no murió aquel día. Quizás estuvo muerto unos segundos. Sobrevivió. Recibió sus primeros alivios de morfina como si fuera un soldado. La sensación tienen que haberle agradado. 17 años después, todavía joven, tenía una pistola en la mano. Y estaba a punto de usarla.

1 comment:

Glory said...

i like it.. ajá ajá..

that's the way.. ajá ajá i like it ajá ajá....

te acuerdas de soul train????

nada, me dio con cantar esa canción...

Glory