Thursday, November 20, 2008

La pésima conducta del señor Morris .3

Para el 19 de julio de 1958 ya el ejército español se había encargado cumplir la orden del generalísimo Francisco Franco: limpiar el solar para construir nuestro edificio. Paisajismo sangriento. José María, encantador, bien peinado, Morris, cuidando no manchar el ruedo de sus pantalones con el polvo de los suelos, se dirigía al edificio de apartamentos donde residía Emilio Fernández, dispuesto a resolver su asunto. Construir una escena de terror.

Es en el cuarto piso. El propio acusado sostiene que, para subir, abrió las hojas del ascensor usando los codos. Cerró de la misma forma. Con los nudillos apretó el botón que indicaba el cuarto piso. Al llegar allí abre las puertas del ascensor con los antebrazos y cierra con los codos. Toca el timbre de la puerta con el nudillo del dedo del corazón de su mano derecha. Otra vez diría que fue con la uña del dedo pulgar. Me abrió la puerta la criada. Ella era joven y tenía novio. Esperaba un día casarse y dejar de servir en casa ajena para servir en la propia. Dos horas antes de abrir la puerta al asesino, le habría mostrado un corte de tela a su amiga Teresa, la sirvienta del piso de al lado. Estaban alegres. En la cocina comenzó a pelar judías. Teresa tendría que regresar a casa de los señores. Y se marchó.

Media hora después sonaba el timbre de la puerta. Ella abrió como si tal cosa. El hombre, alto, fuerte, sonrió y preguntó por el señor. Dio un paso al frente. Ya estaba adentro. ¿Cómo te llamas? Paulina. La criada, al tratarse de un hombre de buen ver y con modales de caballero, mostró confianza. Tanta que siguieron charlando hasta la cocina. Nunca tuvo tiempo para decirle a nadie que allí pudo notar que los ojos del señor Morris quemaban. Que de repente la mirada trocó en un gesto de ira.

Ella era joven. De trato afable. Buenas referencias. Llevaba apenas un mes trabajando en ese piso. Mala costumbre abrir la puerta sin las debidas precauciones. Si hubiera preguntado ¿Quién es? Le habría contestado una voz de locutor de la radio. Voz de actor. Si hubiera mirado habría visto a un caballero moreno con un traje a la medida. Pero quizás habría notado que miraba a ambos lados con insistencia. Y que las cejas apuntaban hacia arriba. Quizás no hubiera permitido la entrada al extraño. Quizás sí.

Morris la acompañó a la cocina. Le abrió el corazón en dos partes iguales. Con aquel cuchillo. Luego fue a servirse un trago de anís. Porque no había prisa. Sí. En realidad la criada estaba sola cuando el asesino cruzó la puerta. Poco más de dos horas antes, le habría mostrado un corte de tela a su amiga Teresa, la sirvienta del piso de al lado. Estaban alegres. En la cocina, Paulina comenzó a pelar judías mientras charlaban. Ya es tarde. Teresa tendría que regresar a casa de los señores. Y se marchó. Media hora después sonaba el timbre de la puerta.

Herz-Heart.jpg (JPEG Image, 700x487 pixels)

5 comments:

Rebeca said...

Lustroso.

¿cuántas paulinas conocemos? de niña firmaba los bodegones que pintaba con ese nombre, por lo insípido del asunto.

espero la cuarta...

un abrazo pre-visualizado

Desvalijadas said...

ah, con que ambicioso. me lo estaba medio creyendo, pero ahora estoy convencida. es una historia, muy bien contada. qué bueno poder rescatar la tradición del folletín. no te dan miedo? las entregas, digo. yo temblaría. un gusto,

Margarita

Ana Sal said...

lero lero bandolero

Beba Marucci said...

esto es real?

Rafael Acevedo (a.k.a Rafah, Sirreal) said...

desvalijada. es un hecho real. cambio ligeramente los nombres. invento algunas circunstancias y uno que otro personaje. morris vivió hace medio siglo. murió hace medio siglo.

las circunstancias que rodean a los asesinatos me interesan aún más que los crímenes. él vivía en un país fundado sobre un crimen colectivo brutal.